En un hospital fuma un cocinero
Y el humo viaja hacia el enfermo dormido.
De repente alguien ansía un cigarrillo
Que se cuece en sus pulmones sin destinos.
Las luces limpian los pasillos que dejaron
Las manos que alguna vez tuvieron venas que mancharon.
Roncos mugían la vigilia en cafés negros
Los inciertos trajes rayados que marcaban suelos.
Monótono concierto alejaba la trasnoche.
Alguien cuidaba dormido los gatos y las ratas jugando.
Un grito en el pasillo
Con la sombra de una espalda
Sin idea o pensamiento
Atrapado en el acero espejado.
Taconeo de los ecos
Encapsulan bajo el agua
El retumbe del oído
Que sangra de mañana.
Tus manos no me besan ni fuman de placer
Esperando la azulina aurora que anestesia el baño.