martes, 28 de octubre de 2008

Robé una lapicera
sin darme cuenta
también un encendedor
que brinda llamas sin esfuerzo.

Los libros están tirados,
suena una canción hermosa
mientras miro
a dos niños besándose, loa

petrificada en un retrato
que todos olvidan.
Ya paso la tarde,
la noche se apodera.

Mil matices turbios,
muñecas de porcelana china,
un mantel en la camisa
que me llueve en el alma.

La base de la música
es el silencio: éste
cantautor mimetizado
que sin cuerdas canta.

Ella baila, escribe a su antojo
sobre el papel del árbol.
Roba sin que yo repare
esfuerzos de mis llamas.

Hoy robé un dibujito
grabado en recuerdos.
Todos están locos
en la sucia buenos aires.

Viejas frías en el once,
baratijas chinas
en ojos de mendigos
mientras niños entupidos
besan niños entupidos
por comisiones qué comer.

Mientras viejas frías
de agria leche
sin corpiño no amamantan
amantes niños perdidos.
Hay días que siempre
damos la espalda a alguien
mis amantes dichosos del olvido.

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