lunes, 22 de septiembre de 2008

I

Una niña pasaba
quería gritarle al viento
correr por la avenida
ingenio inocente
atrapar la gloria
del espacio algún día.
Las calles se vuelven
hacia su magia,
ni autos, ni esperas
con ruidos industriales
ni comercios de camellos
con ojeras agotadas
vendiendo capsulas de ruido
como traje espacial:
allí donde su ilusión
juega a disolverse.
El esplendor
de sus puntos celestes
pulsaban la tarde.
Ahora la niña llora
reprimida por su madre.
Pero al fin y repentinamente
se cubre de magia
y da un salto hacia la calle
con irónica sonrisa
corre velozmente
embotellando el transito
de impares sonidos.
Las máquinas colapsadas,
chillidos de gomas,
vidrios entonados estallan.
La niña entonces
mira la bella obra de arte
de la tragedia pintada
en el rostro de su madre.

II

Sentado en la calle
un poco antes de la aurora
los grillos me cuentan
que la niña ha partido
hacia el almacén
de mi mente.
Estoy hipnotizado
por el color de sus cantos
llenos de estrellas y abundancia
de una melancólica belleza.
Grillos cantores
del tejedor espíritu
como forman
la celeste musa
de mi vida.

No hay comentarios: