sábado, 7 de noviembre de 2009

LA GUITARRA Y SU GUALICHO

Un viejo me cuenta que casi todos los días irregularmente se escucha a lo lejos una guitarra que tira acordes sombríos como de embrujo, siempre se dispersan impredecibles como absorbiendo la energía del paisaje campestre y olvidado del lugar donde los vecinos son sugestionados por las melodías que vienen y van presentándose en su ánimo como una sensación de desapego del mundo, de sentirse flotando en la inmensidad terrible del cosmos. En este pueblo la gente vive a distancias considerables desde un rancho hacia otro y cuando la música viaja en esos días mágicos llega a todos los puntos cardinales del campo, desde los tambos hasta los arrieros del Sur, pasando por los hombres de siembra, los pastores, los comerciantes que hacen quesos y panes de frutas. Todas las veces que pregunto por la procedencia de esos sonidos de los que hablan, que por cierto jamás fueron oídos por mí, la gente me señala una casa arriba de una pequeña montaña solitaria y gris. La casa tiene la mayoría de las ventanas viejas y la madera de sus aberturas están podridas llenas de agujeros por donde viven colonias de termitas. Los vidrios están rotos en su mayoría y algunos espacios reservados para un vitral son reemplazados por bolsas de polietileno. La entrada de la casa tiene una decoración con dos arcadas que terminan en columnas con ornamentaciones no muy comunes en la arquitectura rupestre que de costumbre se ve en el campo. Y las tejas descoloridas posadas con desgano por el paso del tiempo hacen sentir fuerzas de inframundo con rectángulos vacíos donde tendría que haber una teja llenos de polvo y telas de arañas. El sol abrazador del mediodía afirma las cicatrices de las paredes despojadas de todo cuidado creando un aura de misterio alrededor porque la naturaleza siempre se encarga de cubrir con su evolución de vida los abandonos que va dejando el hombre a lo largo de la tierra. Pero esta casa está más allá de haber sido apedreada por infantes traviesos que salen con sus gomeras al cuello en busca de aventuras que alimentan mitos por las hectáreas llanas, secas y verdes. Tiene un misterio profundo y difícil de creer. Se cuenta en el pueblo, o sea la gente que está habituada a sentarse en la pulpería, que allí vivía un músico que se lo veía muy poco, otros dijeron que ya no vivía más en aquella casa y que había muerto de una puñalada en una pelea fatal con un campesino ebrio y muy acostumbrado a los cuchillos pero en donde todos coinciden es que su guitarra sigue sonando sola dentro de su casa suavemente cuando se ronda cerca de ella porque es una guitarra embrujada por el diablo y cuando uno se encuentra lejos digamos a kilómetros de distancia puede escuchar con la misma suavidad la obra. Ese es el punto inentendible por todos porque claramente quiebra leyes de la realidad a las que estamos acostumbrados a vivir y ver que los fenómenos se repiten incansables desde que nuestro aspecto era de mono. Yo simplemente estoy de paso esperando que llegue un ómnibus que perdí en un trasbordo, entones la situación es de tener que esperar para irme en una semana porque en este pueblo no pasan los colectivos con mucha frecuencia como en la ciudad de donde vengo. Tuve que alquilar una habitación para que pase el tiempo a un buen hombre que tenía por sus campos plantaciones de todo tipo y colores maravillosos. A la tarde me dedico a pasear bajo el sol de verano que silencia con el calor las voces que se ocultan en las sombras y hace cantar a cualquier color llevándolo al estallido. Desde que llegué no se presenta la oportunidad de escuchar la guitarra traída por el viento que los lugareños empeñados en contar la historia la narran una y otra vez en la pulpería cuando voy a cenar sin que yo indague mucho del tema. Parece que la historia de la guitarra embrujada se cruza en mi camino como una tentación mística de un destino curioso por su intrigante mitología sin que pueda evitarlo. Una noche voy a la pulpería y me siento en unas mesitas que hay en la puerta para tomar un vaso de vino y comer algo rápido y me llama la atención un hombre que viene caminando por la misma vereda con un estuche rígido de guitarra, sus ropas son negras azabache con un pañuelo rojo al cuello atado con un nudo vistoso y su sombrero de alas muy anchas esconde sus ojos bajo la sombra como también su barba blanca y larga hablan de una juventud pasada hace ya muchos años. Lo veo entrar a la pulpería directo hacia una mesa sucia en un rincón saludando a todos los presentes con un aire grave pero no soberbio mas bien muy amable y los clientes de la pulpería lo saludan con una especie de respeto y temor. Luego en un momento de la noche después de cenar el hombre saca la guitarra de su estuche y se sienta en un banquito en un lugar a desnivel del suelo que hace una suerte de escenario para comenzar una payada. Pero son varias las que ejecuta y los temas que toca con sus palabras son de amores perdidos por desesperanzas incoloras, infidelidades de parejas jóvenes, escapes furiosos para ganar la libertad de ladrones perseguidos por policías corruptos, encierros ermitaños para el camino de la sabiduría, curaciones místicas y ancestrales de culturas prácticamente muertas como también de magia y conjuros indígenas. El hombre está apasionado en un trance de verdad alto para su espíritu y a mi el vino me va llenando de un sentimiento de abundancia a cada trago mientras escucho la guitarra que penetra en mi corazón con sus notas llenas de intenciones misteriosas y sus palabras que siguen el curso de narrar historias pequeñas de cualquier pueblo, universales para cualquier persona que las oiga pero aquellos arpegios combinados que suenan en las cuerdas parecen hablar de un germen oculto dentro de la naturaleza misma del mundo, de la extensión austera y siniestra del campo que a la noche parece ser lugar de fantasmas que deambulan extasiados y hablan entre ellos todos a la vez y bailan animando todas las cosas iluminados por las estrellas que cada vez parecen alejarse más de nosotros dejándonos solos junto a la robusta corteza de los árboles que hundidos en la penumbra parecen señores que callan historias antiguas de la tierra. Y la luna alumbra todo con su pálido espectro suspendida en el terror infinito del cosmos siguiendo su movimiento perpetuo que siempre va a intentar introducirse con su sigilo en nuestras vidas más allá de que nos demos cuenta de ello sumergidos plenamente en la materia de la sangre solucionando problemas. Hay personas que disparan música y te llevan a estados de conciencia universal cuando uno posee la sensibilidad y deja abierta esa puerta receptiva para que pueda ser captado lo intangible o también el músico tiene la capacidad de penetrar en cualquier ánimo o es un hechizo milenario que acompaña al hombre desde sus primeros días.
Finalizada su interpretación el payador vuelve a su mesa a sentarse sin mucha alegría más bien apático, apoya un brazo en el respaldo de la silla como esperando volver a su eje interior observando algo impalpable en un estado de aislamiento. El coraje que da el vino hizo que me acerque hacia él directamente a hablarle sobre la guitarra embrujada. Le pregunto sin vueltas si alguna vez pudo escuchar las melodías de las que se habla en el pueblo. Me siento valiente y desinhibido sin sugestiones de ningún tipo para desenvolverme relajado delante de su persona. Dando vuelta mis expectativas el hombre se muestra muy amable y abierto a la plática para mi sorpresa. Me dice que persigue hace tiempo las melodías de la guitarra embrujada siempre cambiantes a través del campo y que sabe relativamente cuando surgen ya que no se manifiesta con regularidad el fenómeno. El payador persigue hace años las melodías de la guitarra embrujada anotándolas en partituras pero a la gente no le agrada mucho por su carga de misterio hipnótico, por esa razón no las ejecuta en público. Luego de un rato de hablar con el payador que parece un hombre muy ameno y transparente con una mirada límpida y sincera en sus ojos pero de una carga extraña, comenzó de repente a relatarme la historia de aquel hombre que vivía en aquella casa gris en la pequeña montaña. Resultaba que el payador acompañaba a Don Ismael con su guitarra en un dúo folklórico hacía más de setenta años atrás. Contó que en un momento de su vida se obsesionó con la idea de poseer el don para hipnotizar con su música a la gente y así transportarla a la materia de sus sueños, mucho trabajo en su soledad le costó esta idea y pasaba horas y horas de aislamiento austero reinventando las teorías de la música ya que ninguna parecía llevarlo al lugar que imaginaba. El payador en un momento comenzó a preocuparse por su compañero porque su actitud se había vuelto extraña y loca, no dormía por semanas, no tenía mucha hambre, su aspecto era escuálido y sus ojos parecían desorbitados. Fue entonces que una noche después de mucho tiempo de no verse para tocar su música juntos Don Ismael se presenta en casa del payador con un aspecto terrible y lúgubre diciéndole que su guitarra sonaba sola sin que él la ejecutara y que tenía miedo de las melodías y entonces el payador le contestó:
- pero Don Ismael lo que usted me cuenta es cosa de brujos, ¿desde cuándo sucede eso con su guitarra?
Don Ismael quedó perplejo parecía que las palabras le costaban tanto como si nunca hubiera dicho una oración en su vida, entonces dijo repente:
- Desde que visité la higuera creo…
- ¿cómo pudo hacer eso Don Ismael? es una locura insensata, ahora no podrá encontrar paz con facilidad…
- Es que mi música anterior no llenaba mi alma, parecía no llegar nunca a esclarecer mi ánimo compositivo, mi obra parecía cada vez más repetitiva y una noche en mi ventana después de haber pasado por la higuera apareció un duende rojo con un arpa verde hablándome de una especie de pacto mientras tocaba las melodías que soñaba con todas mis fuerzas de una manera tan sencilla que hipnotizó mis pensamientos al instante, fue como un sueño toda la noche ya que desperté a la mañana para ejecutar la guitarra y las melodías comenzaron a salir con una fluidez nunca vista en mi técnica, pero luego de un mes la guitarra no dejaba de sonar sola y eso me está volviendo loco ahora.
Luego de esa noche el payador no vuelve a ver a Don Ismael nunca más pero la música que la guitarra ejecuta sola se dispersa hasta hoy trasladándose por los vientos que acarician la tierra del pueblo siendo escuchada por toda la gente. Entonces después de estar sentado junto a este hombre charlando largas horas comienza a escucharse de a poco aquella música mística en la pulpería. El ánimo de la gente comienza a enrarecerse, sus caras parecen sumirse en el tiempo pasado de su existencia, sus molestias salen a la luz, la común realidad se distorsiona y ocurren en torrentes claros situaciones de ensueño que viven en cada una de las mentes de los seres humanos. En un acto de ansiedad mezclado con locura decido ir a ver corriendo la guitarra embrujada huyendo de la pulpería cuando las estrellas refulgían de una brillantez oscura en el cielo. Corriendo rumbo a la casa de la pequeña montaña siento no tener dominio de mí mismo. Bajo la oscuridad de la noche en unos momentos pierdo el camino como encontrándome en un submundo bajo tierra tropezando con piedras y agujeros, enredando mis pies en malas hierbas de una manera horrorosa. Finalmente llego a la casa que parece flotar en una luz casi verde, quiero ver la guitarra embrujada a toda costa fuera cual fuera el precio a pagar. Entro rompiendo una ventana recordando a toda la gente que me había hablado de este tema alguna vez relatándome que nadie se había animado a entrar jamás a la casa gris arriba de la pequeña montaña. Al instante creo que mi vida se desvanece, siento que mis energías no son mías, que son de otro espíritu que proviene de algún lugar jamás sentido por mi cuerpo. Busco la guitarra por toda la casa siguiendo su sonido ensordecedor en un estado de trance. La encuentro al fin en un altillo que brilla con la misma luz verdosa de la casa, el cuerpo de la guitarra es de musgo como el que nace en los estanques de agua de los bosques y parece hecha por otras manos más brutales que las del ser humano con sus cuerdas encandilantes de luz metálica como truenos en la tormenta. Es una guitarra que parece creada por la tierra o por un árbol desde los comienzos del planeta cuando se suponía que caminaban como animales erguidos. Desde ese encuentro mi vida cambió completamente ya lejos de aquel pueblo después de muchos años sigo escuchando esporádicamente sus melodías en cualquier parte donde me encuentre y son tenebrosamente inconfundibles pero a su vez están volviéndome loco a cada instante porque la música ya no es cuestión de gusto sino de espíritu.
Luego de este hecho aquel pueblo se convirtió en un centro turístico muy importante por este mito divulgado y lo visitan personas de todas partes del mundo para escuchar las melodías de la guitarra embrujada. Pero a los únicos que no les agrada todo esto es a sus habitantes. Y el precio que se tuvo que pagar por todo esto fue mi locura.

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