lunes, 9 de noviembre de 2009

Tus manos escriben la soledad
y los dedos mordidos se abandonan
en la rodilla suave de tu pierna.
Cuando una pequeña locura ma dá risa
no puedo dejar de mirar tus cabellos
que son un remolino de fantasía.
En las horas te respiro
como alguien que encontró aire puro
dentro de una cueva antigua.
No quiero que la frivolidad
que bañó mi alma por las calles
vuelva a manchar de bronca
cada rumbo que camino.
Mis manos gritan
se arrugan, se tensan,
piden, demuestran, transportan
un estallido sideral
en el horizonte que muere.
De alguna forma extraña
los gritos son más graves
que el silencio
cuandos tus manos
no están con las mias
ni los dedos rozan
el amor que se escribe
en la soledad quieta
del espíritu disperso.

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