lunes, 16 de noviembre de 2009

Mi palma sostiene mi cara,
mis piernas se estiran,
me doy vuelta: el gato
juega un tanto parecido.
Los dos dormimos más,
él esperará un cambio
y yo otro pero no
requiere voluntad e impulso.
Duermo más de lo que vivo
mi luz es la que alumbra un nicho
mi aire de flores marchitas.
Mis recuerdos borrosos
como llantos de fotos marrones.
Sueño en muchos lugares,
soñar no es vivir,
soy la raíz de un árbol a punto de morir.
¿Dormirse hasta aburrirse es bueno?
Su palma sostiene su cara,
sus piernas contraídas,
mueve su hocico invocando
aromas de flores pasadas.
¿Aburrirse hasta dormirse es sano?
Morirse tan lentamente mirando el cosmos
y escribiendo versos de piedra
como también escupiendo agua
a un gato de agua que abre sus ojos.
¿Que dirán los cantos del canario
al oído del gato?
¿Que catarata imperceptible
iluminará su recuerdo?
¿Cuándo habrá olvidado que fue salvaje?
¿Cuando empecé yo a ser domestico?
Guardó sus garras
yo guardé las mías.
Ya no somos cazadores
desgarrando la carne
y todo escasea porque explota
las carnes explotadas son miseria.
Yo dejo que entre la noche azul
mirando sus ojos de diamante en la oscuridad
la noche es más profunda que el día.

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